A modo esquemático, encontramos por un lado a los liberales, que basan su teoría en el concepto clásico de que la economía se autorregula y por sí sola tiende automáticamente a la eficiencia de los factores productivos, capital y empleo. En oposición, los keynesianos defienden que los Estados deben realizar ajustes en la economía para estimularla conforme se requiera en cada momento del ciclo económico, ya que por sí sola tiende al desequilibrio.
Es por esto anterior que cada vez que la Real Academia de las Ciencias de Suecia hace público el fallo del Premio Nobel de Economía, la repercusión mediática no se hace esperar y rápidamente se lleva a debate la tendencia y corriente de pensamiento de l@s premiad@s. Y no es un tema baladí ya que en los últimos años los estudios han abarcado asuntos tales como: la volatilidad de productos financieros, las regulaciones del mercado, el análisis de los factores de la demanda, consumo, pobreza, bienestar, sostenibilidad… entre muchos otros.
A pesar de que la mayoría de los premiad@s suelen pasar desapercibid@s, siempre hay excepciones. Una de ellas es Paul Krugman, premiado en 2018 por su análisis de las tendencias del comercio internacional y la localización de actividad económica. El neoyorkino es conocido por extrapolar la teoría económica al terreno de lo cotidiano, exponiéndolo públicamente en entrevistas o eventos generalistas. Krugman fue conciso el pasado mes de noviembre cuando fue preguntado en el New York Times por el derrumbe del Exchange FTX. Concluyó que la supervivencia de Bitcoin pasa por una fuerte regulación, algo que convertiría las criptomonedas en un activo financiero más, incapacitado para ofrecer los altos rendimientos que atraen a sus inversores. Añadiendo además, que no entendía quien, sino un delincuente, querría tener un activo financiero tan volátil y no regulado por un intermediario financiero de confianza. Tajante.
El pasado mes de diciembre se falló el Nobel 2022, recayendo en Bernanke, Diamond y Dybvig, por sus investigaciones sobre el papel de los bancos en la economía, particularmente durante las crisis financieras. Ben Bernanke, expresidente de la Reserva Federal con Obama, también se mostró muy contundente. Sentenció que las criptomonedas colapsarán en caso de no ser reguladas, por la desconfianza de la gente. Y si se regulan, también caerán puesto que en su gran mayoría se utilizan para actividades delictivas como la evasión fiscal, la financiación terrorista o el narcotráfico.
Ante estas aseveraciones, lo cierto es que el 2023 empieza con mucho movimiento de capitales por parte de las grandes ballenas inversoras, que puede ser interpretado como una recapitalización y afianzamiento o bien como el inicio de la caída final de las criptomonedas.
¿Tienen la última palabra la subida generalizada de los tipos de interés bancario, así como la aceptación o no de las cripto en el metaverso? En breve tendremos respuesta.
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