El euríbor (acrónimo de Europe Interbank Offered Rate) es el tipo de interés que utilizan los bancos para prestarse dinero entre sí. Y se calcula con un valor promedio de los tipos que aplican las entidades bancarias más relevantes de la Unión Europea, eliminando el 15% más alto y el 15% más bajo.
Cuando acudimos a un banco para que nos preste dinero, normalmente nos ofrecen dos posibilidades para calcular el montante que, junto con el capital prestado, devolveremos en concepto de intereses. Las opciones son una tasa de interés fija, que no variará durante los años o la segunda posibilidad es un interés variable, que toma como referencia el valor del euríbor, sumándole un diferencial.
Para entendernos: Supongamos que tenemos contratada una hipoteca a tipo variable de euríbor + 0,25%. Cada vez que el banco revise la cuota, normalmente cada año, tomará el valor del euríbor y sumará el diferencial de 0,25%. Si, por ejemplo, el euríbor se situara en un 1%, ese año pagaríamos un tipo de interés de 1,25%. Hasta aquí todo correcto.
La controversia se genera a partir del año 2016, momento en que el euríbor empieza a tener un valor negativo, generando la paradoja financiera de que los intereses de una hipoteca puedan ser negativos.
Volvamos al ejemplo anterior: en septiembre del presente año 2020 el euríbor mensual se ha situado en -0,415%. Por tanto, sumándole el diferencial del 0,25% no encontraríamos que el interés de nuestra hipoteca se sitúa en -0,165%. Lo que supondría, sobre el papel, que el banco debiera pagarnos intereses, en vez de cobrárnoslos.
Tras la crisis financiera de la década pasada, el Banco Central Europeo, BCE en adelante, inyectó líquido a los bancos para que estos a su vez lo prestaran a sus clientes, incentivando el movimiento de las economías. Para evitar que los bancos actuaran de una manera conservadora y retuvieran el dinero, el BCE, entre otras medidas, empezó a cobrar intereses por aceptar depósitos de dichas entidades financieras. Consecuencia de ello es que, a los bancos con exceso de liquidez les resultara un mal menor pagar por prestar dinero a otra entidad bancaria, antes que depositarlo en el BCE. El resultado ha sido un euríbor negativo.
A día de hoy, la Ley Hipotecaria ha sido modificada para establecer un suelo o pago mínimo de interés del 0%, pero con respecto a los contratos anteriores, la Autoridad Bancaria Europea ya ha anunciado que las entidades deben ceñirse a las condiciones pactadas y pagar el interés negativo en los casos que proceda.
Esta situación que aparentemente es beneficiosa para las economías domésticas tiene su cara b. En términos teóricos las hipotecas pasarían a convertirse en depósitos y viceversa. Por tanto, en las mismas condiciones que podríamos exigir un rédito por el préstamo hipotecario, el banco nos podría exigir que pagáramos por tener depósito o simple cuenta bancaria.
En mi opinión, ambos escenarios quedarían desvirtuados de su cometido y función original. Entiendo que el euríbor negativo debería convertirse en un tipo 0,0% tanto para productos pasivos (deudas), como para los depósitos.
No obstante, a día de hoy la mayoría de bancos nos exigen unos requisitos mínimos en forma de saldos medios, domiciliación de nómina, contratación de seguros y otros, como única posibilidad de poder contratar una cuenta corriente o hipoteca, sin tener que pagar la correspondiente comisión por el producto. Por tanto, las entidades bancarias continúan rentabilizando todas las operaciones con el cobro de dichas comisiones, mientras que los clientes se encuentran en una posición de debilidad en que tanto cuando tienen dinero y desean operar con él, así como cuando lo piden prestado, se ven obligados a pagar.
Esta situación debería ser revertida si el objetivo final es poner efectivo en manos de las personas y empresas, con la finalidad de que lo gasten y generen el ansiado crecimiento económico.
Puedes realizar una donación si te ha gustado la noticia y deseas apoyar el blog